Se basa en la utilización de la energía
eléctrica en su forma más racional, es
decir, directa. No hay sistemas ni fluidos intermedios
con las consiguientes pérdidas escalonadas de rendimiento,
obteniendo el 100% del mismo, donde y cuando se necesita.
Por las características de su instalación,
la emisión de calor se produce por radiación,
el procedimiento por excelencia ya que no precisa de ningún
medio material de transmisión.
Consiste en la instalación de un elemento
calefactor, integrado en el techo o suelo del local a calefactar,
que actúa como una resistencia a baja temperatura. Queda
incorporado a la red general eléctrica conexionado a una
caja de derivación. Un termostato de ambiente, analizando
la temperatura del local, determina el paro o funcionamiento del
sistema en función de la temperatura fijada en el mismo.
Su objetivo es lograr amplias superficies radiantes
a baja temperatura (25°C a 32°C).
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La radiación emitida incide sobre los cuerpos sólidos
(paredes, techos, suelos, personas, muebles, etc), elevando su
temperatura. El aire al ser permeable a la radiación, adquiere
temperatura por contacto con los cuerpos calientes, siempre por
debajo de la de los parámentos.
Para un mayor nivel de confort, tiene mayor importancia la temperatura
de éstos que la del aire ambiente, como puede comprobarse
en el gráfico adjunto, donde con la temperatura TR media
en paramentos de 21°C y TA del aire de 19°C, se está
muy cerca del confort ideal. Por otra parte, la temperatura moderada
del aire afecta menos a la humedad relativa, que es un factor
importante de bienestar.
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Además,
al coincidir prácticamente la superficie radiante con la
de la habitación, el reparto de temperaturas es uniforme.
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